Pensar el patrimonio desde los propios habitantes es el desafío para todas las ciudades y localidades del mundo. Especialmente, para aquellas urbes latinoamericanas, como Valparaíso y Quito, que han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad, al reconocerles determinado valor social, identitario, cultural, histórico y arquitectónico único e irrepetible. Se trata, por tanto, de una problematización que involucra, en primer lugar, a las comunidades y su apropiación del territorio, frente a los avances de procesos económicos que podrían violentar ciertas experiencias alternas que se resisten a la idea de «modernización». Así, la fuerza vital del patrimonio son sus comunidades, que van activando procesos de memoria significativos que dialogan con un patrimonio arquitectónico vivo, que nos interpela acerca de nuestro pasado, presente y futuro.
Publicado el 23/05/2019.